Joseph Lister, destacado médico y cirujano del siglo XIX, cambió para siempre el ámbito de la medicina al implementar la idea de antisepsia en procedimientos quirúrgicos. Su revolucionaria técnica no solo disminuyó significativamente las muertes tras las operaciones, sino que también estableció los cimientos para la creación de productos médicos que hoy son conocidos en todo el planeta, como Listerine y las vendas estériles de Johnson & Johnson.
El contexto de una revolución ignorada
En la década de 1840, la higiene hospitalaria era prácticamente inexistente. Los médicos circulaban entre pacientes vivos y cadáveres sin lavarse las manos, reutilizaban vendajes sucios y operaban en salas infestadas de microbios invisibles al ojo humano. Las infecciones postoperatorias eran tan frecuentes que recibieron nombres como “fiebre de sala” y “hospitalismo”, con tasas de mortalidad que alcanzaban hasta el 60% en algunos hospitales europeos.
El doctor húngaro Ignaz Semmelweis demostró que el sencillo acto de lavarse las manos podía disminuir la tasa de mortalidad de las mujeres que daban a luz del 18.3% al 2%. No obstante, sus descubrimientos fueron objeto de burla y Semmelweis acabó en un asilo, donde falleció después debido a una infección posquirúrgica.
El hallazgo de Lister
Joseph Lister, alumno de medicina y testigo del fallecimiento de su profesor John Phillips Potter por septicemia tras un corte durante una disección, comprendió la gravedad de la infección en los hospitales. Influenciado por los estudios de Louis Pasteur sobre microbios y fermentación, Lister concibió la idea de proteger las heridas quirúrgicas de la exposición a bacterias presentes en el aire y en los instrumentos.
En 1865, puso a prueba su método con un niño de 11 años, James Greenlees, quien sufrió una fractura compuesta en la pierna. Lister aplicó ácido carbólico al 5% para limpiar manos, ropa, instrumentos y heridas, y renovó los vendajes regularmente. Tras seis semanas, Greenlees se recuperó completamente, marcando el primer éxito documentado de la cirugía antiséptica.
De la resistencia a la aceptación
Aunque los resultados fueron evidentes, los médicos mostraron incredulidad y oposición. Las técnicas antisépticas de Lister encontraron resistencia inicial en Reino Unido y en Estados Unidos. Sin embargo, su perseverancia y los resultados favorables en sus pacientes probaron la efectividad de sus métodos. En 1867, publicó en The Lancet un artículo titulado “Un método innovador para tratar las fracturas compuestas”, consolidando la cirugía moderna y sentando las bases para una transformación general en la medicina.
Para 1871, Lister había logrado que su régimen antiséptico ganara aceptación incluso entre la realeza, realizando operaciones exitosas para la reina Victoria. Durante la década de 1870, su método se extendió por toda Europa y, en 1876, cruzó el Atlántico para enseñar sus técnicas en Estados Unidos, inspirando la creación de productos médicos como Listerine y los primeros apósitos estériles de Johnson & Johnson.
Legado y contribuciones
Lister no solo transformó la cirugía mediante la antisepsia, sino que también impulsó la introducción de la cirugía aséptica, la esterilización de instrumentos y el uso obligatorio de guantes de goma y lavado de manos en quirófanos. Sus avances permitieron que los cirujanos realizaran más operaciones internas con mayor seguridad, reduciendo drásticamente las complicaciones infecciosas y salvando millones de vidas.
Además, llevó a cabo diversas contribuciones científicas, como el primer aislamiento de bacterias en cultivo puro y la creación de catgut y tubos de goma para el drenaje de heridas. No obstante, su contribución más destacada es la separación de la historia de la cirugía en dos períodos: antes y después de Joseph Lister.