Dragón barbudo: sexo definido por genética y temperatura

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El dragón barbudo central, conocido por su característica barba de espinas y su adaptación a ambientes cálidos de Australia, ha sorprendido a la ciencia al demostrar que su sexo puede ser alterado por la temperatura durante la incubación. Investigaciones recientes permitieron secuenciar casi por completo el genoma de machos y hembras de la especie, identificando genes clave en la determinación sexual dependiente del ambiente. Este hallazgo aporta herramientas inéditas para comprender la interacción entre genética y factores externos en vertebrados y redefine la comprensión de la biología del desarrollo en reptiles.

El lagarto barbudo y su biología única

Pogona vitticeps, conocido como el dragón barbudo central, es notable por su barba de espinas que infla cuando se siente amenazado o para expresarse, y por su habilidad para sobrevivir en ambientes secos y cálidos. Reside en desiertos, sabanas, matorrales y bosques subtropicales del centro y este de Australia, eligiendo áreas cálidas para mantener su temperatura corporal, crucial en reptiles ectotérmicos. Su dieta diversa y su comportamiento activo durante el día lo hacen interesante tanto para entusiastas como para científicos.

La causa de las investigaciones recientes es un fenómeno raro: un dragón barbudo macho, con cromosomas ZZ, puede convertirse en una hembra fértil si su huevo se desarrolla a altas temperaturas. Este mecanismo sexual influido por el entorno es poco común entre los vertebrados y genera interrogantes acerca del desarrollo de la determinación sexual.

Avances en la secuenciación genómica

Dos grupos de investigación, integrados por científicos de China, Australia, Singapur y España, realizaron estudios paralelos utilizando tecnologías avanzadas de secuenciación para descifrar el genoma de machos y hembras. El equipo de BGI, en China, empleó el secuenciador CycloneSEQ, combinando lecturas largas y cortas para mapear el genoma masculino. Por su parte, el consorcio australiano-europeo obtuvo el genoma de una hembra, logrando el ensamblaje más detallado hasta la fecha.

Ambos análisis detectaron los cromosomas sexuales Z y W, y se enfocaron particularmente en las áreas no recombinantes, alcanzando ensamblajes de cerca de 1,75 gigabases. La coincidencia de los resultados a través de diferentes técnicas fortalece la validez del descubrimiento.

Genes clave en la determinación sexual

La investigación logró identificar dos genes candidatos principales: Amh (hormona antimülleriana) y su receptor Amhr2. Los machos tienen dos copias de estos genes, mientras que las hembras poseen solo una, diferencia que podría clarificar el cambio de sexo provocado por la temperatura. En el proceso de incubación a temperaturas altas, un macho ZZ puede transformarse en una hembra totalmente funcional, lo que confirma la influencia del ambiente en la expresión de los genes.

La variación en la expresión de Amh y Amhr2 durante el desarrollo embrionario respalda la hipótesis de la determinación sexual dependiente del ambiente, un fenómeno que, hasta ahora, era poco comprendido en reptiles y otros vertebrados.

Implicaciones para la biología y la investigación evolutiva

Este hallazgo no solo mejora la comprensión sobre la biología del dragón barbudo, sino que también proporciona herramientas para examinar cómo interactúan los genes y el entorno en la evolución de los sistemas sexuales. Los investigadores predicen que estos descubrimientos impulsarán estudios relacionados con el desarrollo del cráneo, el cerebro y el comportamiento en la determinación sexual de los vertebrados.

El hallazgo marca un avance significativo en genética y biología evolutiva, proporcionando un modelo para entender cómo la variabilidad ambiental puede influir directamente en la expresión de genes críticos y en la formación de características sexuales. La secuenciación del genoma del dragón barbudo central establece un punto de referencia para futuras investigaciones en reptiles y otras especies con determinación sexual dependiente de la temperatura.

Por Alejandro Rodríguez

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