En la segunda parte del experimento, que involucró a 450 sujetos nuevos, los investigadores dieron a cada participante 72 descripciones de canciones emocionales, que expresaban sentimientos como «desprecio», «narcisismo», «inspiración» y «lujuria». A modo de comparación, también les dieron a los participantes indicaciones que describían una interacción conversacional en la que alguien expresó sus sentimientos. (Por ejemplo: “Un conocido le habla sobre su semana y expresa sentimientos de melancolía”). En general, las emociones que experimentaron los sujetos estaban profundamente arraigadas en “qué es la música” y también hicieron que las personas se sintieran más conectadas entre sí en conversación: amor, alegría, soledad, tristeza, éxtasis, calma, pena.
Mario Attie-Picker, un filósofo de la Universidad Loyola de Chicago que ayudó a dirigir la investigación, encontró los resultados convincentes. Después de revisar los datos, se le ocurrió una idea relativamente simple: tal vez escuchamos música no por una reacción emocional (muchos sujetos informaron que la música triste, aunque artística, no era particularmente agradable) sino por el sentimiento de conexión con los demás. Aplicado a la paradoja de la música triste: nuestro amor por la música no es una apreciación directa de la tristeza, es una apreciación de la conexión. El Dr. Knobe y el Dr. Venkatesan abordaron rápidamente.
«Ya soy un creyente», dijo el Dr. Eerola cuando se le alertó sobre el estudio. En su propia investigación, descubrió que las personas particularmente empáticas son más probabilidades de ser movido por una música triste desconocida. “Están listos para involucrarse en ese tipo de tristeza ficticia que les trae la música”, dijo. Estas personas también muestran más cambios hormonales significativos en respuesta a la música triste.
Pero la música triste se superpone -es una cebolla- y esta explicación plantea más interrogantes. ¿Con quién estamos en contacto? ¿El artista? ¿Nuestro yo pasado? ¿Una persona imaginaria? ¿Y cómo puede ser que la música triste «se trate» de algo? ¿No deriva el poder del arte, en parte, de su capacidad para trascender lo abstracto, para expandir la experiencia?
Uno por uno, los investigadores reconocieron la complejidad de su tema y los límites del trabajo existente. Y luego el Dr. Attie-Picker ofreció un argumento menos filosófico para sus hallazgos: «Se siente bien», dijo.
Sonido producido por Adrián Hurst.